Entrevista a Miguelín: “Ha sido todo caminar con el “ganao” y todas esas sierras”.

Miguelín (64) nos abre las puertas de su memoria y de su corazón para compartir con nosotros cómo era el oficio de pastor, un trabajo cada vez más olvidado y que ha sufrido muchos cambios en los últimos años:

¿Cuántos años tienes tú?

Yo tengo ahora, en este mismo momento, 64 años, voy a hacer 65. Pero claro, la vida de unas personas a otras cambia mucho. Porque mi padre siempre ha sido ganadero, de ovejas, y él, el hombre, se fue a Blacha y nos llevó a mi hermana, a mi hermana y a mí, que era los que habíamos nacido, primeramente. Y yo allí ya empecé a trabajar con 10 años o así, que yo no fui ni al colegio.

¿Ni al «cole»? ¿No tenían colegio allí?

 Aquí sí que había cole, pero lo que pasa es que yo tenía ir a ayudarle, pues no podía ir al colegio porque tenía que ir muchos ratos a ayudarle. Sobre los 10 o 10 y algo años, ya empecé a ayudarle a lo que pude.

Y luego, desde ahí, nos fuimos a San Pedro del Arroyo también, y estuvimos allí otros dos años, y luego nos vinimos para acá. Pero muchos años a Extremadura también hemos ido andando, muchos años…

¿Cuánto se tardaba andando a Extremadura?

Pues 9 días. Eso en el mes de mayo. Estábamos allí desde octubre, que se bajaba, hasta el 15 o 20 de mayo.

¿Todo el invierno? ¿Y allí dónde estabais?

Sí, sí, todo el invierno. Pues allí estábamos en un monte. Y no había ni coches ni “na”, que no te llevaban la comida ni “na” y mi madre pues tenía que ir en una yegua, pues como de aquí a Solosancho, a comprar la comida.

¿Ibais todos allí, tu madre, tu hermana…?

Sí, sí, todos, todos. Todos nos íbamos allí. Incluso tuve un hermano que mi madre dio a luz allí en una dehesa sola. Estuvo mi abuela que en paz descanse.

¿Sin matrona ni médico?

Nada, nada, nada. Allí nada más que estaban mi padre, que en paz descanse, mi abuela, y la otra abuela, la madre de ella, los tres con ella.

Y nosotros éramos mi hermana y yo (pues tendríamos 10 y ella 11), cuando nació mi hermano. Entonces, nosotros nos dimos cuenta porque nos llevaron a otra casa, y claro, ya nos dimos cuenta de que mi madre iba a dar a luz. No dormimos nada hasta que lo tuvo y lo tendría a eso de las dos o por ahí. Y la digo yo a mi hermana: “Mira, mira, ya tenemos otro hermanito más”.

¿Le oísteis?

Sí, le oímos llorar y tal, pues tenemos otro hermanito más.

Y lo que dices tú, estuve también ahí, en esa sierra de ahí, en el Baldío (señala La Sierra de la Paramera), con unas ovejas de uno de Santo Reja. Y también, entonces, pues tenía que bajar aquí a llevarme la comida de mi casa. Subía por aquí “pa´” arriba estos cerros a dar allá.

¿Tus padres eran de aquí? (de La Hija de Dios)

Mi madre era de Robledillo y mi padre de La Hija, Miguel del Pozo Sánchez, Lirio Miguel del Pozo Sánchez, lo que pasa que luego empezaron a llamarle Miguel, y Miguel, Miguel y ahí se quedó, con Miguel. Y mi madre se llamaba Gavina.

(Volviendo a la vida de pastores)

Una vez andando, íbamos “pa´” Extremadura en un mes de noviembre, y se lio un día de agua, y agua y agua, y claro, yo era pequeño. Yo tenía 11 años, o por ahí, y no podía ya ni con un cacho de manta que llevaba, de estas de Pedro Bernardo. Ya me entraba por arriba y me salía abajo, el agua, y por todos lados.

¿Esas mantas eran especiales? ¿De Pedro Bernardo?

Sí, escurrían mucho. Esas mantillas se hacían allí, en Pedro Bernardo.

(Volviendo a la historia) Y pesaba tanto… todo el día de agua… ¡Tú date cuenta si era agua! Porque ahora no llueve, pero aquello se liaba por la mañana, pim, pam, pero con un aire y agua, y agua, y agua, y todo el día agua… Y vamos, ¡aquello era el diluvio!

Y luego ya, pues, íbamos para Extremadura y ahí en a lo alto del Puerto del Pico, pues el ganado ya no quiso pasar. Las daba el agua de cara, que venían unas aguas, vientos, y “pa´tras”, y “pa´tras”… Y nosotros queríamos pasar para ir a Las Cuevas (del Valle), que allí hacía mejor. Mas resguardado. Aunque lloviera, pero ya no con tantos aires. Y no pudimos.

¿Cuántas ovejas?

Pues llevaríamos unas 700 o por ahí.

¡Uh!

Sí, sí. Hemos traído 2000 y pico ovejas de Extremadura.

¿Ibais por El Cordel de las Merinas?

Nosotros íbamos por aquí y entrábamos al Puerto del Pico, abajo, íbamos a dar a Velada. Y luego desde Velada, cogíamos para allá, por el Puerto de Miravete “pa´llá”, hasta que llegábamos allá, a la finca, que íbamos a Cáceres. Al mismo Cáceres, pegando. Y luego, de Cáceres, estuvimos otros dos años más “pa`cá”, porque les quitaron a los amos la dehesa, y estuvimos en Trujillo. ¡Si hemos estado en muchos “laos”! Y aquí en Majalaperra, que fue donde nació mi hermano. Y ahí estuvimos otros 7/8 años. Así que…ha sido todo caminar con el “ganao” y todas esas sierras (señalando La Paramera) me las he recorrido todas. Todas, todas, de punta a punta.

Así que ya te digo, muy mala vida…

¿Luego ya mejoraría? ¿Cuándo recuerdas que mejoró?

¡Sí, hombre! Nosotros empezamos, como todo el mundo, a mejorar. Cuando empezó ya “la vida”…

¿En los 80 o antes?

Antes de los 80. Nosotros, hombre, no hemos pasado hambre nunca. Ni necesidad de nada. Y luego teníamos cabras, teníamos vacas…

¿Hacías queso?

Mi madre, que en paz descanse, hacía mucho. Y no se lo dejaban parar a la mujer. (Se refiere a que no paraba) Venían de Narros y todos sitios a comprárselo. “Oye, Gavina, este queso para mí”.

Me acuerdo una vez, que decía mi madre: “Ese queso, hijo, no le “encientes”, que ya está vendido” Y yo dije: “Madre, cómo va a tener usted el queso vendido si los que vamos con las cabras somos nosotros, y si yo le necesito, pues nos lo vamos a comer”. Y luego vino la señora a por el queso y dijo” Mira…, que ha sido mi hijo…, que se ha empeñado…” Decía, porque a mí me gusta mucho el queso…

¿De cabra?

Sí. Y me empezaba mi madre a hacer el queso, que en paz descanse la mujer, y ya estaba yo. Ella lo apretaba y eso, y “en vez en cuando” la quitaba un “puñaíllo”, sin sal ni “na´”, y me lo comía, que me encantaba.

¿Se ordeñaba…y tú te acuerdas cómo se hacía?

¡Uh, yo ordeñaría! Ahora mismo si tuviera que ordeñar, a una vaca, a una cabra… ¡Pues no he ordeñado yo y mi hermana!

¿Y luego se colaba y se prensaba?

Sí, primero se colaba bien. Y luego, se echaba un poco de agua con un poco de cuajo. Y luego, lo daban una vuelta, lo hacían una cruz y se quedaba ahí hasta que se cuajaba. Una vez que se cuajaba, pues ya cogían y hacían el queso. Sobre las 2 o las 3 de la tarde cuando lo hacían. Y claro, había que hacerlo cuando se ordeñaba. Nada más venir de ordeñar, que veía templada todavía la leche, se hacía. Porque si se quedaba frío, luego se hacía muy mal el queso.

¿Y se hacía todos los días?

Todos los días, todos los días. Mi madre era muy trabajadora. Ella todos los días a las 5 de la mañana ya estaba arriba. Hacía la casa y luego hacía el queso.

Miguelín, siempre dispuesto a contarnos una anécdota de «cuando era yo chico…», siempre ha vivido en el pueblo, con las salidas por la trashumancia que nos ha relatado, y La Hija de Dios no se puede imaginar sin él, ni sin todos los pastores (y sus familias) que tanto han caminado por estas tierras. Un oficio no solo para recordar. Un oficio para valorar y ensalzar.

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