Contrato de arrendamiento del Coto Redondo de La Hija de Dios

(I Parte)

Fecha de la firma: 1 de enero de 1913

“El patrimonio cultural incluye muestras inmateriales que, por su valor, deben ser protegidos y conservados para garantizar la identidad de una sociedad”.

Interpretación del Patrimonio, una herramienta eficaz para la conservación, Proyecto Intepa

Tengo el honor de compartir con vosotros un documento histórico de vital importancia para conocer y comprender los orígenes del pueblo La Hija de Dios. Tenemos este testimonio de nuestra historia gracias al interés, sabiduría y constante labor que realiza nuestro Concejal Pedro Parra Martín.

La Hija de Dios es un pueblo de “reciente” creación (se dice que unos 200 años) y en otra entrada expondremos las teorías sobre su nombre y creación.

En esta primera parte, resumiremos el contrato para, en posteriores entradas, profundizar en las cláusulas y curiosidades.

Para empezar, el contrato consta de 14 páginas perfectamente conservadas y legibles. En el inicio, como en todo contrato, aparecen los nombres de las partes involucradas: de una parte, los dueños o arrendadores, y de otro, los arrendatarios. El objeto del contrato, alquilar estas tierras para que las pudieran labrar y disfrutar. Posteriormente, el documento incluye 29 cláusulas que abordan y detallan todas las condiciones del arrendamiento del Coto Redondo, desde el importe y plazos para pagar, la duración, y toda una serie de obligaciones vinculadas con el riego, la siembra, los trabajos a realizar, el pastoreo o las multas, entre otras muchas, que los arrendatarios y subarrendatarios debían cumplir. En posteriores partes, profundizaremos en la dureza de los deberes, frente a las pocas posibilidades que ofrecían los derechos que les confería el contrato. Finalmente, se cierra con la firma de las partes, los intervinientes, con fecha del 1 de enero de 1913.

Los nombres de los firmantes son los siguientes:

Como arrendadores/dueños:

  • Don Ángel Manglano
  • Don Manuel de la Cerda y López Mollisedo.

Como arrendatarios con sus respectivas edades:

  • Don José de la Fuente Sánchez (58).
  • Don Leonardo Montes González (40).
  • Don Simón García Muñoz (60).
  • Don Santiago Martín Jiménez (43).
  • Don Ignacio del Pozo López (41).
  • Don Vicente de la Parra Rodríguez (42).
  • Don Norberto Montes González (34).
  • Don Jorge de la Parra Jiménez (37).
  • Don Ángel del Pozo Martín (53).
  • Don Juan del Pozo Martín (58).
  • Don Román García González (39).
  • Don Pablo de Castro Jiménez (66).
  • Don Galo Martín García (43).
  • Don Aquilino Martín García (48).

Aquí os dejo el inicio y el final del contrato, con los nombres, la fecha y las firmas:

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Como curiosidad, podemos leer en la presentación de cada persona “cédula personal de décima clase” o “cédula de novena clase”, lo que corresponde al actual DNI. Este tipo de identificación se estableció en 1874 (con pago del impuesto desde 1884), sustituyendo al pasaporte, y perduró hasta 1944 para los mayores de 14 años. Había 11 clases, en función de lo que se pagaba de contribución, alquileres o se recibía de sueldo. Ya el periódico ABC del 1-11-1917 decía que “mortificaba a todas las clases sociales” y que “la clase media es de las que más sufren de este impuesto”. Para el que quiera saber más al respecto sobre la identificación, te recomiendo estos documentos:

http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1917/11/01/004.html

Haz clic para acceder a 3313002.pdf

Volviendo al contrato y, para terminar, adjunto la cláusula sobre el objeto del contrato y la referente al plazo del mismo:

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En la II Parte nos centraremos en el precio que los colonos tuvieron que pagar, monetario y no monetario, para poder trabajar las tierras del coto redondo.

Entrevista a Clotilde de la Fuente Jiménez:

«Si me hubieras visto subir por ahí arriba deprisa, deprisa, deprisa…¡La gente se asustaba!»

Clotilde (89), La Coti, frente a su casa.

Con la energía, ternura y sonrisa que la caracterizan, Clotilde, La Coti, de 89 años, comparte con nosotros sus vivencias y sabiduría para que podamos plasmar la historia del pueblo, para generaciones presentes y futuras, y preservar así nuestro patrimonio social y cultural.

¿Siempre has vivido en el pueblo?

Siempre, toda la vida. Me iba temporadas a lo mejor a Madrid a trabajar, pero enseguida me venía. Estaba unos meses pero luego tenía mucho trabajo aquí en el pueblo.

¿Trabajo de qué tipo?

Tierras, tenía que trillar, tenía que andar con vacas, tenía que ir a los huertos a cavar patatas, a sacarlas, a regarlas… a todo eso. Y luego criar a mis hijos.

¿Y dónde subíais a trillar?

(Contesta a dónde subía, en general, a trabajar) Al Venero. Y con vacas, a buscar vacas. Yo las dejaba y me venía y luego por la mañana tenía que subir muy deprisa a buscar a ver si no se habían ido a ningún lado o estaban allí. Y si no estaban allí, tenía que ir a otros sitios a buscarlas… Esa era mi vida, bonita.

¿Todos los días?

Todos, todos, todos. Y luego venía y tenía a mis dos hijos, que eran pequeños (Antonio y Soledad).

La vida de antes pues era así: trabajar mucho… Bueno, había quién no porque otros a lo mejor no han hecho lo que yo, pero vamos, mucha gente era muy esclava. Se dice esclava porque se trabaja mucho en el campo.

¿Y ganado teníais?

Claro, las vacas que te digo. Las llevaba a Las Goyas, al Venero y me venía a trabajar al campo, al huerto… También he andado con ovejas de joven, de un tío mío.

¿Ordeñabas?

A las vacas sí. Y luego venía una lechera, un camión, a recogerlo a la plaza. Paraba ahí el camión y le sacábamos los cubos de leche y lo que tenías y luego ya, te pagaban. Eso no hace tanto.

¿Y dónde subíais?

Las Goyas y el Venero… ¡si te parece! ¡Eso lo he andado yo casi más que por aquí! Si vieras cuesta arriba qué garbosa iba, maja. A Lancha Correra también. Y pasabas por el molino muchas veces. Había dos señores, que se llamaban molineros; a ellos se lo dabas (el grano) y ellos te lo hacían harina

¿Y se quedaban una parte?

Ya ves, había que darlos algo, hija. Y luego hacías pan, con harina, había un horno.

¿Dónde estaba el horno?

Había dos, en la calle principal. Nosotros siempre íbamos al que le dabas un pan, te ayudaba a hacerlo, a amasarlo, y luego calentaba el horno y lo cocía ella. Luego la dabas un pan.

¿Cada vez que ibas hacías un pan y el dabas un pan?

Sí, ¡pero sacabas muchos panes! A lo mejor, se le daba una fanega, de trigo, que se lo dabas a los molineros, te lo molían, te lo traías y luego lo llevabas al horno, hecho harina. Y la señora del horno te ayudaba y, como te ayudaba, tenías que pagarla. Tú nada más que ponías la harina y la levadura. Y la ayudabas a hacerlo. Y llevabas la leña. Ella era porque ponía el horno y te ayudaba a hacerlo. Había quien la daba dinero y nosotros la dábamos un pan. A lo mejor lo que hacías te duraba 15 días.

¿Y no se ponía duro?

Pues lo último a lo mejor sí, pero…

Luego teníamos una fragua, donde iban los señores a arreglar eso de arar… ¿Cómo se llamaba? ¡Las rejas se llamaban! Era una cosita para hacer surcos.

¿Cómo?

Tú enganchaban las vacas a un yugo, que había dos vacas, y luego el arao se le ponía en una cosita que había, se enganchaba y ellas hacían los surcos. Y las rejas se ponían en el arao.

(Volviendo al trabajo en el campo)

Si me hubieras visto subir por ahí arriba deprisa, deprisa, deprisa…¡La gente se asustaba!

A lo mejor había una vaca para parir y yo me iba a asomar, y a lo mejor no había parido. Había días que subía y bajaba tres veces.

Recuerdo un día que una vaca había parido pero no echaba “los pares”. Yo he sido muy miedosa, eso es lo que me ha pasado. Miedosa para el ganado y las cosas esas…

Cuando paría el becerro, pues detrás echaba “los pares”. Estuve un rato pero ya luego me tuve que venir a la comida y las cosas, que tenía mi hijo aquí conmigo (la hija creo que estaba en Madrid). Y le dije: “¡Ay, Toñín!” (se llama Antonio, pero le llamamos Toñín), “ha parido la vaca un becerro pero no echa las pares” (era muy tarde). Y me dijo: “Mamá, pues ahora nos vamos” (yo tenía miedo de que se lo comiera). Así que, anochecido, subimos los dos.

¿Con alguna luz?

Nada, iluminados por la luna. Me senté en unas lanchas, vamos, los dos, por Lancha Correra, en un huerto que había muy grande. Luego las echó rápido, no tardamos mucho. Y nos vinimos más contentos… Las tiramos, y nos vinimos a casa. ¡Pero ese valor! De noche con un niño… (unos 14 años) Tuve valor, maja. “Menos mal que hemos estado poco, decía el pobrecito”.

He sido muy valiente. Y lo sigo siendo. A mí no se me ha puesto nada por delante. Si he tenido que hacer una cosa, la he hecho.

(Volviendo a la vida en el pueblo)

Antes había mucha gente aquí. Ahora ya ves, no hay nadie. Había niños, íbamos a la escuela todos juntos. Luego hicieron dos escuelas y ya no, pero de primero íbamos todos juntos, niños y niñas. Nos enseñaban a leer y a escribir. Y luego jugábamos, al corro de la patata… ¡y con lo que había antes!

Los hombres se iban a trabajar fuera y se quedaba la mujer y los hijos. La vida era muy esclava… Tú ves el campo, que es muy bonito, pero es para verle. Pero luego, para trabajar en él…

Luego había que ir al heno. Lo segaban con la guadaña, los hombres, y lo tenías que recoger un día, y luego meterlo con un carro en el pajar. Luego de último, ya alpacas, que las hacían, pero antes no. En el pajar con una horca lo metías, suelto, y lo colocabas bien. Y luego las patatas también se guardaban en el pajar. Se cogían muchas patatas, muchas, muchas, muchas…

Las gallinas, de día en la calle y luego ya las recogías por la tarde. ¡Pitas, pitas! (haciendo el gesto). Comían trigo, centeno y todo lo que pillaban. Cuántas gallinas ponían en la calle y andaba gente a ver si e los encontraban. Decían eso, pero luego no se los encontraban. Mi madre tenía gallinas y yo tenía 3 o 4 pero luego ya las quité.

(Para bajar a Ávila y Madrid)

Había una camioneta, chiquitita, no creas que como la que hay ahora. Se llamaba camioneta porque era un coche, y entraban veintitantos, ¡y todos los que podían!. Mucha gente iba de pie si les corría prisa.

Con este retrato costumbrista que, pese a su dureza, nos ha relatado nuestra vecina Clotilde, siempre llena de cariño y sonriente, nos podemos hacer no solo un retrato de la vida de antes (desde los años 30 en adelante), sino una película completa, llena de detalles y curiosidades. Casi podemos sentir el cansancio del duro trabajo, oler el pan del horno y ver a las gallinas corretear. Sin olvidar la fuerte admiración que Clotilde y otros vecinos de La Hija de Dios, pero en especial todas las mujeres de estas tierras, despiertan en nosotros. Son su valentía y dedicación lo que ha propiciado que nuestro pueblo exista. Unas cualidades que perduran, pese a la edad, en personas como Clotilde porque llevan en su sangre el tesón y el saber hacer.

El arte de jalbegar

En una de las rutas de senderismo que realizamos el pasado mes de agosto, pasamos por una cantera de materia prima para jalbegar. Este verbo despertó mi curiosidad pues no sabía qué era y gracias a la colaboración de nuestra vecina de verano Sagrario, lo pude descubrir en todo su esplendor.

Jalbegar, o enjalbegar, es blanquear las paredes con cal, yeso o tierra blanca, según la RAE. Es decir, lo que comúnmente conocemos por pintar. Pero no es solo pintar, no. Jalbegar requiere la paciencia y el tesón de las tareas bien hechas, hechas con amor. Porque para mantener las paredes en pie, hay que jalbegar con la piel de un cordero (o similar), a mano, poco a poco, cuidando cada detalle y cada esquina, para impedir que se desconchen . Y así lo hace año tras año Sagrario, en los últimos años con pintura al temple, pero siempre con la piel que lleva usando muuuchos años. El resultado, se puede ver en las imágenes: unas paredes impolutas, llenas de texturas y espectadoras de innumerables historias de varias generaciones con el brillo del primer día.

En resumen, jalbegar es un arte, y más en los tiempos que corren, de inmediatez y globalización. Donde, si queremos algo, lo buscamos a golpe de click “para ya”, y muchos buscan lo mismo al mismo tiempo. Y este arte hace que en nuestro “ya”, en nuestro presente, podamos respirar el saber hacer de antaño, el origen de nuestras raíces y nuestra historia. Porque para saber hacia dónde ir, primero hay que saber de dónde venimos.

¡Bravo, Sagrario, por mantener este patrimonio material e inmaterial!

Muchas gracias por abrirnos las puertas de la casa de tu madre con tanta hospitalidad y alegría.

Ruta del Alto, Las Solanillas, Las Conchas, El Canto del avión, Las Carreras y La Máquina

Dificultad: Moderado.

Tiempo en movimiento: 01:52:00 a buen ritmo.

Tiempo total: 03:49:00.

Km totales: 10,01 km.

Desnivel acumulado subiendo: 211 m. Altitud máxima: 1335 m.

Desnivel acumulado bajando: 212 m.  Altitud mínima: 1164 m.

Modalidad: circular.

Ruta de Wikiloc: https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/la-hija-de-dios-prado-regao-el-ventorro-y-la-maquina-40907591

Descripción resumida: Salimos de la plaza del pueblo La Hija de Dios, dirección calle Carretera abajo. Cruzamos el puente y cogimos el camino de frente, subiendo por las eras por el cordel hasta llegar al Alto. Cruzamos la carretera, y seguimos por un camino dirección Los Quistévanes. Pasamos Prado “Regao”, La Solanilla y cruzamos la carretera para retroceder en el tiempo con la venta del Ventorro. Emprendimos camino de vuelta, visitando el molino llamado La Máquina y La Cabaña del Praejón, junto a Valderreina.

Descripción detallada: Salimos a las 08:00 de la plaza del pueblo La Hija de Dios, en “petit comité” de tres, empezando cuesta abajo por la calle Carretera hacia el puente, que cruzamos y cogimos el camino de frente para subir junto a las eras.

Pasamos junto al Canto del Lagarto, viendo a nuestra derecha el Canchal de Valderreina al fondo, junto a las navas:

Repasamos el nombre de los arbustos piedemonte que vemos: espino, espino albar, piornos, retamas y las sabinas a ras del suelo que vimos cerca del Collado Bajero, a la izquierda de El Cogote. Me comentan que en poco tiempo ha proliferado enormemente toda esta vegetación, pues antes se usaban para encender los fuegos de las casas y calentarse en el duro invierno.

Y nos deleitamos con los primeros rayos de sol que asomaban por la Sierra de La Paramera a nuestra izquierda:

Llegamos al final del camino, hasta la zona denominada El Alto, dejando atrás los Praejones y a mano izquierda El Borbollón (al margen izquierdo de la carretera).

 Allí cruzamos la carretera con mucho cuidado:

A buen ritmo fuimos ascendiendo, mirando atrás un momento para ilustrar por dónde pasa el Cordel de las Merinas, la vía de trashumancia tan importante y transitada hasta hace pocos años (y actualmente algún ganadero lo sigue usando), y que comunica con León desde Extremadura pasando por nuestras tierras abulenses. En verano, iban a León, a Las Rastrojeras (a mediados de junio ya estaban allí), y en otoño a las dehesas de Extremadura contratadas (en octubre). En los últimos años, el camino hacia León se hacía en camión y la vuelta desde Extremadura, andando durante unos 10 días:

Atrás dejamos las vistas del casco urbano del pueblo, el Canchal de Valderreina y observamos los límites con el pueblo Narros del Puerto y la construcción de La Caseta al fondo:

A mano derecha, cerca de la carretera, Las Conchuelas (que antes se sembraban).

Proseguimos el camino por el cordel, observando las montañas de fondo haciendo una panorámica: Serrota a la derecha, y a la izquierda por orden, Los Colladillos, La Barrera de la Sarnosa, Prado Potro, Berrocolaloba, las tres piedras de la cumbre del Cuchillar, La Pedriza, que es la parte más alta de la Ladera, hasta el Collado Cimero. Atrás a nuestra izquierda dejamos El Cogote y nos adentramos en la amplia zona de Los Quistévanes, formada por varios terrenos (o subzonas) por orden: Las Zarabandas, Las Berceas, Los Lomos, Los Maravedíes (más conocido por Maravedises), El Canto del Avión, El Prado Regado, Los Bañaderos, Las Solanillas, Las Conchas, Las Carreras y Los Colladillos:

Pasamos junto a la piedra de Los Carchuelos, donde criaban los mochuelos antes:

Proseguimos hasta la siguiente bifurcación donde entramos en el camino de Las Callejas (terreno común de 20 hectáreas):

Cruzamos la puerta y cogimos el camino de la derecha:

Caminamos por esta zona llamada Reguero Grande y vimos el depósito de sal para hielos y nieve que hay junto a la carretera, y los pinos de Menga de fondo:

Continuamos por el camino, con unas bellas vistas iluminadas por la luz de la mañana y pasamos junto a la piedra gorda de Prado Regao:

Fijamos nuestro siguiente objetivo, la arboleda de pinos, vergueras y chopos que hay en la vaguada del Arroyo del Medradero (desde donde veremos mejor Prado Potro y Berrocolaloba) y que podemos ver en la siguiente imagen:

Detrás de la Piedra Gorda, que parece que la han movido o se ha movido por faltarle musgo en su base, vemos Las Conchas. Ya vimos Las Conchas en la ladera de El Cogote en el Zauceo en la ruta de la fuente del Venero, pero hay dos más aquí, sumando un total de dos conchas. Me cuentan que cuando apretaba el calor de la mañana, el ganado se acarraba del sol detrás de estas formaciones rocosas, desde las 10:30 hasta las 17:00, aproximadamente:

En el siguiente cruce, cogimos el camino de la derecha, junto a la piedra de Berrocojoncino:

A nuestra izquierda dejamos la zona de Las Solanillas, que llegan hasta la cantera, Las Zarabandas. Es el terreno más amplio de Los Quistévanes, que engloban varias zonas como ya hemos comentado.

Nos acercamos a las dos Conchas de Los Quistévanes y al Arroyo del Medradero:

Aquí me comentan el sistema de barbecho que se aplicaba en la zona: un año se sembraba y otro se dejaba descansar.

Cruzamos este arroyo que nos brindó esta imagen llena de paz:

Cruzamos por las tierras de Las Conchas dirección al Canto el Avión y echamos la vista atrás para ver al completo Las Callejas, a cuyos pies vemos Las Solanillas con perspectiva:

Y en detalle, nos fijamos en Los Corralones, en la ladera del Cogote, donde se guardaba el ganado:

Frente a nosotros, los tres picos de Los Colladillos, que limita con El Baldío y a cuya izquierda está la Barrera de la Sarnosa:

Llegamos a la arboleda, donde se junta los arroyos del Venero y del Medradero en La Junta de las Gargantas.

Desde allí vimos el límite del pueblo a los pies del pinar de Majalpino de Mengamuñoz: Prado Potro, entre Berrocolaloba y La Barrera de la Sarnosa:

Detrás queda el Medradero, donde nace este arroyo que es la fuente de Narros del Puerto y que termina en El Adaja:

Bordeamos la arboleda bajando un poco y viendo de cerca la zona de Los Maravedises y al fondo Las Berceas, a los pies de La Pedriza, pero pronto volvimos para continuar con nuestro siguiente objetivo: El Ventorro.

Admiramos los pinos (hay 94 y los más antiguos tienen 48 años), algunos de los cuales llegan a medir más de 20 metros, y 14 chopos también de 48 años. Proseguimos hacia la derecha por el Prado del Canto del Avión, con el canto que le da nombre:

Pasamos junto a unos formazales en Los Bañaeros, tierras de laboreo, muy bien conservados (agrupaciones de rocas que se hacían para poder arar mejor, sin obstáculos):

Pasamos por la fuente del Canto el avión, con un buen caudal:

Continuamos buscando Las Carreras, donde se sembraba sobre todo centeno:

Me comentan que antes se decía “La hoja de arriba y la de abajo”: de las Callejas para arriba y de las Callejas para abajo, para delimitar los terrenos, unos se sembraba y otros descansaba cada año.

Y llegamos a la zona general de Las Carreras, y en particular, La Preturilla, donde había antes una fuente preciosa:

Donde vemos formaciones rocosas singulares como esta en la zona de Las Senderuelas:

Bajamos hasta llegar a los huertos de Ventorro, donde conocimos esta planta, usada antiguamente como remedio contra los piojos de las gallinas (se molía la semilla negra):

Cruzamos la carretera para ver la antigua venta, que estuvo abierta hasta los años 70 aproximadamente, aprovechando que era un lugar de paso para la trashumancia y el pastoreo del ganado. Pertenecía a los Montes Jiménez y aquí se servía vino, agua ardiente, aceite y comestibles, en el bar delante de la casa, por esa ventanita aún en pie:

También servía de posada para los arrieros, con sus caballerías, que transportaban todo lo que producía su zona.

Este era el horno para hacer pan y detrás tenían un corral:

En una de sus paredes vemos unos ventanucos de ventilación que airearían el sobrado en la parte superior, donde también se dormía:

Y detrás de la casa, en una construcción más moderna adyacente, se guardaban las vacas y los cereales:

Lo curioso es que estas tierras pertenezcan a La Hija de Dios dada la proximidad a las tierras de Mengamuñoz. Caminamos paralelos a la carretera viendo las canalizaciones para el riego de esta zona:

Pronto encontramos el paso hacia La Máquina, un molino en un bosque idílico con robles, algo inusual en la zona, a los pies de Serrota:

Allí nos acercamos a las paredes de la balsa y del resto del molino y pudimos observar su deterioro sufrido a causa de los últimos 50 años de inactividad.

Aquí estaban las gallinas y los cerdos sueltos, junto al río que va a Narros y a los huertos que se sembraban de patatas:

Volvimos asomándonos a los huertos de los burros, donde descansaban tras duras jornadas llevando cargas de harina a Blacha y La Torre:

En este huerto en particular, hay un acuífero que echaba mucha agua, y en él se alimentaban los burros del molinero:

Comenzamos el camino de vuelta bajando paralelos a la carretera, donde los asomamos por el Arroyo Medraderos y después cruzamos por el puente de La Gargantilla:

Pasamos de nuevo por el cordel, cuya señalización intentamos leer y volvimos a cruzar por El Alto.

Nos pasamos por La Caseta que hay en Los Praejones, junto a Valderreina y pudimos observar cómo habían tirado la puerta abajo y su interior:

Bajamos junto a lo que antes fueron huertos de hortalizas, ya viendo el pueblo:

Y terminamos la ruta en el puente que cruza el río.

Una ruta muy completa que nos ayuda a imaginarnos cómo era la vida de hace 60 años en estas tierras, dura muchas veces, pero llena de parajes bellos e historias que nunca olvidarán los sabios de nuestro pueblo y que espero que pervivan generación tras generación.

Documento histórico

Durante las jornadas turísticas de La Hija de Dios 2019, un vecino nos trajo este documento histórico. Se trata de la contabilidad llevada a cabo por el Ayuntamiento durante el mes de mayo de aquel año.

Está en buen estado y al final del mismo se pueden leer nombres que a algunos les pueden resultar familiares.

Ruta al Collado Bajero, La Fuente del Venero y Los Zauceos

Dificutad: Moderado.

Tiempo en movimiento: 1 hora 55 minutos.

Tiempo total: 3 horas 41 minutos.

Km totales: 8,4 km desde el Kiosko de la poza/río.

Desnivel acumulado subiendo: 289 m.

Desnivel acumulado bajando: 301 m

Altitud máxima: 1454 m.

Altitud mínima: 1157 m.

Modalidad: circular.

Descripción resumida: Salimos desde la plaza del pueblo (aunque la ruta de Wikiloc comienza en el kiosko del río/poza), cruzamos por debajo del puente Bañaeros. En la explanada del parking del kiosko, cogimos el camino de los ramos que asciende dirección al Cogote. Subimos hasta el Collado Bajero, y de frente seguimos dirección a La Pedriza y la vaguada del Venero, a cuyos pies paramos para conocer la Fuente del Venero. Emprendimos el camino de vuelta por La Solana del Cogote, hasta llegar al alto Las Callejas. Entramos en Los Zauceos, cruzamos la carretera N-502 y volvimos al pueblo bajando por El Alto y Las Eras.

Descripción detallada: Salimos a las 08:00 de la mañana de la plaza de La Hija de Dios por las altas temperaturas previstas. Un grupito de valientes nos dispusimos a darlo todo y subir a esa montaña que domina nuestro paisaje más cercano, El Cogote, con una altitud máxima de 1489 m. Para algunos, el otro lado de El Cogote era un territorio desconocido, para otros un viaje en el tiempo a los años 70/80 que les recordó cómo recogían allí detrás el heno en su adolescencia.

Cruzamos al otro lado de la carretera (insisto en que hay que cruzar por el paso seguro y cómodo por debajo del Puente Bañaeros, que se coge siguiendo el camino paralelo a la carretera que vemos en la foto superior). Desde el parking del kiosko cogimos el camino de los ramos, el más cercano a la carretera a mano derecha.

En la bifurcación de la siguiente foto, seguimos por el camino de la izquierda, siempre ascendiendo pero buscando una subida lo más suave posible. Dejamos El Perdiguero a la derecha para continuar hasta Las Cepeíllas:

Con la energía mañanera, sin darnos cuenta ya habíamos dejado el pueblo abajo y apenas lo veíamos:

Estas primeras tierras las llamaban Barro Colorao y nos cuentan los sabios que antes se cogía aquí barro para jalbegar, pintar las paredes del interior de las casas con un pellejo de oveja, cordero o similar, puesta a remojo el día anterior (reutilizable). Esta práctica se sigue aplicando a las casas que mantienen todo su encanto antiguo sin reformar, cuyas paredes de adobe se caerían si se les aplicara una técnica de rodillo o brocha.

Proseguimos viendo la ladera del Cogote con Majalespino y entramos en el terreno llamado Perdiguero, zona común donde hay una cola de paso de ganado (La Colá) que sube por detrás de los pinos:

Casi hasta la zona de los pinos, nuestro guía Pedro nos cuenta que todo este camino que hemos recorrido casi desde la carretera, estaba sembrado de centeno en tiempos.

Seguimos ascendiendo dirección al Corral de Majalespino, donde se encerraba el ganado todo el año. De vez en cuando, parábamos a recobrar el aliento y nombrar las zonas y picos de nuestra izquierda, desde las Cepeíllas abajo hasta Risco El Cuervo en lo más alto, sin perder de vista nuestro objetivo primero, El Collao Bajero junto a la cima de Cogote.

Al pasar cerca de Las Cepeíllas, nuestro guía Costi nos cuenta que aquí había también un trampal de agua subterránea, donde no pisaba el ganado porque se quedaría atrampalado.

Y por fin llegamos al Corral de Majalespino:

Paramos un momento a admirar las vistas y encontrar el mejor camino para seguir, pues las frondosas sabinas y otros matorrales, como los piornos, dificultaban el camino:

Superando un pequeño repecho, llegamos al Collado Bajero, con El Cogote a nuestra derecha y Las Cepeíllas a nuestra izquierda, a una altitud de unos 1400 m:

Como premio a nuestro esfuerzo, estas vistas al lateral de Serrota que no se ve desde La Hija de Dios. Sin olvidar, a nuestros pies, la amplia zona del Venero, que llega hasta la Pedriza:

En El Venero también se diferencian varias zonas: las praderas de Los Quistévanes (cerca del río del Medradero), hasta el límite territorial de La Hija de Dios que lo marcan las pequeñas montañas bajo Serrota llamadas Los Colladillos. Más allá de estos últimos, ya pertenece al siguiente pueblo, Mengamuñoz. A la izquierda del rodal de árboles junto al río del Medradero, que nace del Baldío. Mirando un poco más a la izquierda, en la montaña con pinos, El Cuchillar, que sube hasta nuestra Pedriza, cuya parte de abajo se llama Berrocolaloba.

Pronto proseguimos nuestra ruta hacia la izquierda por un camino muy bueno, por La Solana, y muy llano, visualizando nuestro siguiente objetivo al fondo: La Pedriza, junto a la fuente del Venero y su peculiar ladera con piedras verdes y grises oscuras:

Allí arriba de La Pedriza nos cuenta que hay (o hubo) una fuente, un cortafuegos hacia abajo y una piedra llamada La Mesa (o el Canto de la Miseria) en lo alto. A la derecha de La Pedriza, vemos más de cerca la zona ya nombrada Berrocolaloba, coronada por El Cuchillar, y más abajo La Fuente Fría en El Jardín del lobo y a la derecha Los Collaíllos, que vimos de lejos antes.

Ya pisando la zona del Venero, que va desde Las Zarabandas hasta el collado Cimero, entre La Pedriza y Las Goyas. Nos concretan que esta zona es El Churral y Las Fontanillas porque había varias fuentes, que no manan ahora.

Más arriba, llegando a la Fuente del Venero, también recuerdan la Fuente del pocito y unos corrales de ganado, donde venían todos los días a ordeñar (¡hasta aquí arriba!). Y pudimos ver el agua que va a La Hija de Dios al abrir esta alcantarilla, donde paramos junto a La Fuente del Venero, recientemente arreglada:

Aquí paramos para recargar pilas y emprender con energía el camino de vuelta.

Emprendimos el camino de regreso bajando por detrás de El Cogote, en concreto, por La Solana, con dirección al Alto de Las Callejas:

En estas piedras, llamadas Las Zorreras, nos cuenta Lourdes cómo venía en su adolescencia a recoger las alpacas de heno (allá por los años 70) porque ya tenían maquinaria, pero toda la carga y descarga se hacía a mano.

Pasando ya la zona montañosa de El Cogote por detrás, llegamos a Las Callejas, zona que pertenecía a Los Zauceos.

A la derecha de esta agua (charca para la perra Laika), más arriba, se encontraba La Fuente de los Cabreros, que regaba los 10 o 12 huertos de esta zona cuando se sembraba de patatas:

Cruzamos un paso, una puerta para llegar a la carretera, viendo al otro lado El Cordel de Las Merinas, la vía de trashumancia que lleva hasta León (y que pasa cerca del Carrefour de Ávila).

Después, cruzamos la carretera, y ya viendo el pueblo, nos hicimos la foto de grupo junto al Canto Partío. En frente de este lugar, nos indicaron tres piedras al otro lado de la carretera llamadas La Caseta de los Civiles (parece ser que se pondrían allí a vigilar los antiguos agentes de la autoridad).

Bajando, como colofón, nos señalan la zona que vamos viendo al otro lado de la carretera, llamado El Borbollón, que sube desde la regadera nueva hasta El Alto de Las Callejas. Allí había varios huertos en los que se sembraban patatas que se regaban con pozos y pozas, excavados a mano por los dueños.

Ya terminando, nos cuentan curiosidades sobre las picaduras de las víboras, para las que se usaba antes un punzón con una sustancia llamada “letna” para salvar al ganado. Era una práctica frecuente, dada la población de estos reptiles y ganado en estas tierras. Para humanos se usaba una aguja con más cantidad.

Fue una ruta maravillosa, con una buena dosis de ejercicio durante la primera mitad, y una buena porción de historia, anécdotas y experiencias para terminar.

Gracias a todos los que la hicisteis posible.

Ruta de San Miguel, Molino Quemao, Las Rinconás, La Dehesa y abrazo a una encina centenaria.

Dificutad: Fácil

Tiempo en movimiento: 1 hora 42 minutos.

Km totales: 7,05 km.

Desnivel acumulado: 86 m (de 1237 m a 1131 m).

Modalidad: circular.

Descripción resumida: Salimos de la plaza de La Hija de Dios hacia el puente, giramos a mano derecha dirección San Miguel, pasamos la ermita, cogimos el camino de la derecha para caminar por El Chaparralejo que linda con el término municipal de Narros del Puerto, cruzamos las puertas de la Dehesa de Herreros para llegar al Molino Quemao, pasamos el río para coger el camino de Las Royás viendo Las Rinconás y Los Vallaos a nuestra derecha, hasta el cementerio, donde seguimos entre La Mojea y La Dehesa para llegar al camino que lleva a Baterna, donde abrazamos una encina centenaria y volvimos con la puesta de sol admirando Serrota al fondo.

Descripción detallada: Salimos a las 19 de la plaza de La Hija de Dios, calle Carretera abajo hasta el puente, donde nos unimos un buen número de personas (¡un grupazo!), con buen rango de edades y acompañados de tres perros también.

Comenzamos cogiendo el camino de San Miguel, pasado el puente a la derecha:

Continuamos por el camino viendo Valderreina, el cerro con sus rocas de formas caprichosas a nuestra izquierda y sus tierras de cereales a sus pies, frente a la ermita de San Miguel. Dejamos dicho templo a nuestra derecha, la Cruz de Piedra a nuestra izquierda para coger el camino de la derecha, el Cordel de Las Merinas:

Dicho cordel, que viene desde el Zauceo y lleva a La Torre y prosigue hasta León, es una vía de trashumancia, de paso del ganado. Avanzamos por El Chaparralejo, tierra de cereales, excepto alguna parte de estas tierras de laboreo que se sembraba de patatas, y que se regaban con un pocito.

Con todas las descripciones de tierras sembradas de patatas, comenzamos a entender de verdad por qué a los habitantes de la Hija de Dios se les llamaba «patateros» y nos lo confirman recordando cómo se sembraban casi las más de 50 hectáreas del término municipal de este tubérculo y cómo se vendían a “los chivos”, los habitantes de Solosancho y sus pueblos anejos, entre otros.

Proseguimos en paralelo al cordel que linda en el lado derecho con el término municipal de Narros del Puerto, vemos cómo continúa la vía del Cordel de Las Merinas:

Pasadas las puertas de La Dehesa Herreros, continuamos la bajada acercándonos a la valla de la derecha hasta encontrar un paso para cruzar al otro lado:

Y pronto nos encontramos con la pared de piedra de la balsa de “El Molino Quemao”, también conocido por “Molino Burende”. El nombre de este molino parece provenir de la época en la que lo compraron Los Manglanos, los cuales parece que se lo encontraron quemado y lo tuvieron que rehacer:

Allí pudimos observar desde las paredes de la balsa, el deterioro sufrido tras cesar su actividad en los años 80, aproximadamente:

Y subidos a las paredes de la balsa (perros incluidos) pudimos observar por dónde entraba el agua al molino, para que se movieran las ruedas, que aún se ve el eje muy bien:  

Y por aquí entraba el agua en la balsa, y a la izquierda está la trampilla del agua sobrante. ¡El agua sobrante! Con la sequía que tenemos, parece algo impensable:

Después, por la cara del molino más cercano al río, bajamos a ver el interior del sistema del molino, con su acceso de piedras formando las jambas y dintel:

Los recuerdos y anécdotas que nos contaron nuestros vecinos y guías, nos evocaron los bellos y divertidos momentos allí vividos, como los baños en su balsa a modo de piscina natural, la cantidad de agua que llegaba, las excursiones que organizaba la maestra Doña Alejandra con las niñas allí en primavera, con todo lleno de margaritas, campanillas…Idílico. ¡Porque los niños y las niñas estaban separados en clase y daban asignaturas diferentes! Allá por los años 60, las niñas daban costura y religión por las tardes, y a los niños Don Nemesio, escritura o caligrafía y religión. La maestra Doña Alejandra la recuerdan como muy adelantada para su tiempo y sacaba a sus chicas a excursiones como esta con el buen tiempo, y también les buscaba a sus alumnas un colegio en Ávila para que prosiguieran sus estudios a los 14 años, cuando terminaban la escuela, para obtener el graduado escolar y optar a la universidad después. Como curiosidad, el horario del colegio era de 09:30 a 13:30 y de 15:30 a 17:30. Por las mañanas, cada día daban una asignatura: historia, geografía, matemáticas y lenguaje.

 Proseguimos paralelos al río, dejamos a a derecha El Prado del toro, y cruzamos el río de Los Arroyuelos que divide La Colá, para seguir por el camino de Las Royás, que nos muestra Las Rinconás y Los Vallaos a la derecha y la Dehesa de Herreros a la izquierda:

Con El Cogote de fondo, nos sumergimos en las historias de la siembra de estas tierras hasta coger el camino hacia el cementerio y La Mojea:

Dejamos a mano derecha Las Royás y El Prado Boyal (por los bueyes). Hasta aquí llegaba el agua que se guardaba en las balsas de Los Molinos harineros de arriba para regar los huertos sembrados (se regaba de abajo a arriba). Originalmente, había 14 rentas en el pueblo y tenían hombres contratados (un celador) para controlar cómo y cuándo se regaba, allá en los inicios del pueblo (el 20 de marzo de 1941 se compraron las tierras a Ángel y Dolores Manglano).

Nos cuentan que había tanta agua por aquí que tenían que canalizarla con zanjas porque era un trampal, un campo con aguas subterráneas. Si no se saneaba quitando agua, el ganado se hundía y no daba nada el huerto.

Pasamos por junto a Las Cabezuelas, a mano derecha, llenas de vergueras (saúces), que antes también se sembraban. Nos contaron que hubo una encina centenaria, a la izquierda del camino y subiendo el cerro, que hacía las veces de nido de cigüeñas pero que se rompió y se la fueron llevando para quemarla.

Pasito a pasito, sin darnos cuenta, ya estábamos frente a las tierras de La Mojea (de cereales), a ambos lados del cementerio, y junto a la antigua granja de avestruces que hay desde hace unos 25 años.

Cruzamos por un paso al prado, conocido como La Dehesa Boyal, y que llega hasta la iglesia del pueblo, con su cerrillo incluido (El Cerrillo de La Dehesa):

A la izquierda del camino, aún Las Mojeas, y después, la zona llamada La Solana. Llegamos al camino que une La Hija de Dios con Baterna, con una granja de cerdos en la cumbre del cerro, y conocimos los nombres de esta zona: Las Atravesás más arriba y lleno de encinas (que se sembraban perpendiculares al camino), y bajando hacia el pueblo en paralelo en frente, Las Virolientas, El Rincón de Jardumel, Las Cañaíllas (o Cañadillas) y Reguero Carril (todo frente al prado La Dehesa). Y finalmente, los Piojares junto al pueblo.

En este camino que lleva a Baterna, nos juntamos para hacer la foto de grupo con Serrota al fondo iluminada por la puesta de sol:

Con las endorfinas disparadas por la actividad física, nos vinimos arriba y decidimos subir hasta la encina centenaria, cuya circunferencia equivale a 7 personas abrazándola (como pudimos observar):

Finalmente, emprendimos el camino de regreso al pueblo, donde llegamos sobre las 21:20 con este espectáculo de luces en nuestro cielo:

¡Todo un placer de ruta! Por sus paisajes, su historia y, por supuesto, la compañía y el apoyo del Ayuntamiento de La Hija de Dios, porque juntos hicieron posible este encuentro.

Entrevista a Marce, Martina y Vicenta: «Había más pobreza pero más unión».

Marce, Vicenta y Martina. Frente al edificio multiusos de Las Escuelas, La Hija de Dios, Ávila. Agosto 2019

Os dejo una interesante entrevista a nuestras vecinas del pueblo Marce, Martina y Vicenta en la que nos ofrecen sus experiencias y sus vivencias en el pueblo. Ellas, junto con otros de nuestros mayores, con sus recuerdos y testimonios, son la historia viva de nuestro pueblo.

Hablando de cuándo nacía un bebé antes, allá por los años 50/60…

Marce y Vicenta: “Los niños nacían en casa porque nos poníamos malas y si venía el médico a tiempo y si no… Había comadronas pero, bueno, había veces que cuando venía ya no hacía falta… Tía Antonia era comadrona, y también tía Justina ayudaba. Si lo veían tan difícil, pues al médico a Ávila”. Martina: “yo todos con el médico en casa”.

Te iban a ver por haber nacido el crío, y te llevaban una tableta de chocolate (o dos, dice Vicenta). Marce: “Y luego, cuando hacíamos magdalenas, que antes se hacían muy buenas, la que te había llevado el chocolate, yo por lo menos, la daba 4 o 6 magdalenas. Y los niños tomaban pecho o Pelargón, comprada en la farmacia. Justi mamó 14 meses y la niña, 8 días, y luego Pelargón”.

Marce: “El bautizo siempre era en casa, pero que también se hacía bien, buena comida. Cuando las muchas nuestras (de Marce y Martina), que llevan 8 días ya se comía bien”.

Vicenta: “Y los padrinos daban la colación y se hacía limonada por la tarde y todo el mundo se bebía un vaso. Era lo que hacíamos.”

Marce: Cuando nació el primero me levanté a los dos días porque hubo una tormenta muy grande y mató una vaca un rayo en La Dehesa y yo veía que pasaba toda la gente y yo también salí a verlo.

¿Qué más me podéis contar del pueblo? Alguna historia curiosa…

Vicenta: “Había más pobreza pero más unión.“

Marce “Mira, si venía un carro lleno de heno, mi hermana y yo estábamos deseandito ayudar.”

Vicenta recalca: “Que el pueblo suba, que haya unión y eso es lo que hace falta. Y eso es lo que pedimos porque la desunión nada más que trae la guerra”.

Martina: “La historia mía es casi la misma. Hemos criado hijos juntos, la dos chicas (la de Marce la pequeña y la de Martina) que se llevan 8 días. Y trabajando.”

Marce: “Hoy no trabajan nada, con todo lo que cuentan. Se iban los maridos, a trabajar, a segar o donde fuera (Vicenta: “6 meses salían en el invierno”), y nosotras teníamos nuestro cachillo de huerto que arreglábamos nosotras, si tenías un marrano, unas gallinas, nosotras los cuidábamos. ¡Y lo de casa! ¡Y los hijos, que no nos los cuidaba nadie!”.

¿Con qué edad iban a la escuela?

Marce: “Pues mira, como vivíamos al lado, venían solos.”

Vicenta: «Hoy le decía a mi hija y a mi nieta: esta es prima de mi madre y cuando mi madre Inés estuvo mala, ella entraba y con los colchones de lana, ella le hacía la cama muchas veces. Y también una que se llamaba Farines, que ya ha fallecido.”

Marce: “La curiosidad, que no salíamos a nada. Cuando había baile, pues salíamos, que se acababa pronto. De gaitilla. Y a las 12 nos íbamos a casa a acostar. Yo me iba a Robledillo y unas pocas, y venían con nosotras los de Baterna, pero andando, y yo les decía “iros que si viene mi padre sus mata” porque antes no era como ahora.”

Hablando de cómo se tiraban los niños por las piedras lisitas (las lanchas).

Marce: “Los pantalones los rompían todos. Luego por la tarde iban a jugar a Peña La Zorra e íbamos a buscarlos casi con un palo. Pobrecitos, ya ves tú lo que tenían”.

Martina: “Había otra ahí arriba encima de la carretera. Ponían un lanchito debajo del culo, y se sentaban y toda la ropa la rompían”.

Vicenta: “Y el pantaloncito corto ranita algunos” (uno con el culo al aire).

Marce: “Ah, los míos eso ya no”.

Martina: “Íbamos de paseo por la carretera, nos apartábamos si venían y jugábamos mucho por ahí. Íbamos a las pozas del río…”.

Marce: “Se plantaba por todos sitios. Arriba de las eras yo planté patatas”.

Vicenta: «Y por el Molino también se sembraba. Y en El Pacedero había una poza que ahora se ha secado.»

Marce: “E íbamos a lavar hasta allí, se llamaba El Castillejo, porque el agua salía más calentita.”

Vicenta: “El agua estaba calentita en el invierno y luego en verano, fresca”.

Martina: “Al pie del Molino íbamos a lavar y si se ensuciaba mucho la charca, se enjuagaba en el río.”

Marce: “Lo mismo éramos 10 y se ensuciaba, y bajábamos, a lo mejor, al río a aclararlas las sábanas.”

Vicenta: “No se ponía la lavadora cómo ahora.”

Martina: “¡Y no había guantes! ¡Con las manos, con los hielos, aclarábamos la ropa!”.

Marce: “A lo mejor en casa le dabas un poquito con el agua caliente y luego ya lo llevabas al río.”

Martina: “En el 77 se puso el agua en el pueblo, fíjate. Hasta eso, fíjate lo que hemos pasado.”

Marce: “Íbamos a la regadera, que venían las culebras en el agua.”

Martina: “A lavar los cacharros allí.”

Espero que os haya gustado y, sobre todo, cumplamos sus deseos de unión entre todos.

Para mí, son muy grandes y muy sabias. ¡Ole por ellas!

Ruta del río de los Arroyuelos: Los Molinos, Risco el Águila, Los Ataleares, Lancha Correra y cantera de adobe.

Dificutad: Fácil tirando a moderado.

Tiempo en movimiento: 1 hora 46 minutos.

Km totales: 7,79 km.

Desnivel acumulado: 134 m (de 1166 m a 1310 m).

Modalidad: circular.

Descripción resumida: Salimos de la plaza de La Hija de Dios, cruzamos al otro lado de la carretera (se debe cruzar por debajo del Puente de los Bañaderos), pasamos la charca de las entreaguas, seguimos el camino de Los Molinos, admiramos el Canto del Rayo, pasamos por Las Chorreras, cruzamos el río Los Arroyuelos, conocimos Berrocondojil, ascendimos hasta el cauce donde se separa el caudal para Solosancho y sus anejos, y el de La Hija de Dios. Vimos de cerca el Risco del Águila y regresamos por los pies de Los Ataleares, bajo la mirada del Risco del Cuervo, junto a Collado Bajero, Los Jelechares, El Corral de Lancha Correra, formazales, la piedra de Lancha Correra y la mina de azufre. Descendimos hasta el río junto a las rocas de los aviones, cruzamos la carretera para conocer dónde se hacían los ladrillos de adobe y volvimos al pueblo cruzando por La Veguilla.

Ruta de Wikiloc:  https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/la-hija-de-dios-molinos-y-pena-del-aguila-40223169

La ruta de los molinos discurre por caminos seguros de la Sierra de la Paramera, a unos 30 km de Ávila capital. Hay un parking de fácil acceso, junto a la N-502, para varios coches.

El terreno es bastante llano, menos un par de cuestas cortas de pequeño desnivel. En cuanto a la geología, nos encontramos en un paisaje montañoso repleto de berrocales graníticos, con sus fallas y diaclasas (fracturas), y cuya erosión ha formado las más diversas formas. Para más información: https://geolodiaavila.com/2017/03/10/fracturacion-y-paisaje-fallas-y-diaclasas/

En estas tierras habitaron los celtas vetones, para posteriormente ser recorrida por los romanos gracias a su infraestructura de calzadas. En concreto, La Hija de Dios es un pueblo de reciente creación, se calcula que unos 200 años, ya que antes solo era un lugar de parada y hospedaje para arrieros y transeúntes, que ofrecía un señor llamado Juan de Dios, que al dejarle el negocio a su hija también bautizó al pueblo en formación. Anteriormente, el pueblo se encontraba más cerca de Narros del Puerto y se llamaba Belmonte.

Este camino era muy transitado porque era de obligada condición durante muchos años llevar allí el grano para moler y posteriormente hacer pan, sobre 1913. Además, estas tierras se sembraban de cereal y patatas y también había corrales para el ganado.

Los lugares más emblemáticos a destacar de esta ruta son: la piscina natural de la poza del río de los Arroyuelos, los molinos y su balsa para el agua, el Canto del Rayo, la piscina natural de Las Chorreras, la separación del agua de La Hija de Dios y Solosancho y anejos, la mina de azufre y los restos de los antiguos corrales.

Dada la seguridad y facilidad de sus caminos, cualquier época del año es adecuada para hacer esta ruta: en invierno nos ofrece nieve en sus cumbres y, a veces, en sus caminos, por lo que recomendamos que solo se haga con el equipamiento apropiado; en primavera es una explosión de flores y agua por el deshielo; en verano nos refrescarán sus aguas; y el otoño supondrá un abanico de colores y de tranquilidad. Asimismo, es adecuada para todos los públicos e ideal para hacer con niños, dada su longitud y su trazado.

La vegetación en estado puro nos amenizará la ruta con sus olores, gracias al tomillo, a las jaras y al espliego. Igualmente, la compañía de algunas vacas nos sacará una sonrisa, mientras algún ave rapaz nos observa desde el cielo.

Descripción detallada: Unos cuantos madrugadores y amantes de su pueblo y el senderismo, emprendimos camino a las 08:30 desde la plaza del pueblo de La Hija de Dios. Subimos hacia la carretera para cruzarla (¡siempre cruzad por el paso habilitado debajo del puente de los Bañaderos!). Cogimos el camino de Los Molinos, dejamos a la izquierda El Castillejo, con el sol asomando con sus primeros rayos por Las Veredas.

Dejamos atrás el Canto de Los Responsos de Peña La Jera (por desgracia, el que tiene una pintada), y pasamos junto a otro en el camino:

Estas tierras que hace no tantos años se sembraban y dónde se venía a lavar la ropa porque había una fuente de donde brotaba el agua más caliente que la del río. Y llegamos a Los Molinos, disfrutando del paisaje adornado con vacas, donde conocimos cómo funcionaba con el agua del depósito al abrir las trampillas (o ladrón), que daba a su vez para regar 10 huertos en una hora y el sobrante iba al río.

Molino con mesa de piedra que antes molía el grano

Continuamos el camino y bajamos a Las Chorreras, lugar emblemático de recreo para el pueblo y donde recordaban mucha más agua y mucha más arena. Atrás dejamos las entreaguas, entre la poza del kiosko y esta de Las Chorreras:

Seguimos el trayecto y nos encontramos con estas inmensas rocas pensando que eran el Canto del Rayo:

Pero el verdadero Canto del Rayo (el inigualable que partió un rayo de verdad), es este:

Cruzamos el río, llamado el Arroyo de Los Picos, dejando a mano izquierda las tierras de Robledillo, donde pudimos ver una choza que se han hecho allí para pernoctar. Antes todo esto eran huertas de hortalizas. Esta zona nos lleva a Villaclara y allí iban también antes las parejas a pasar el día.

Proseguimos cogiendo el camino de la izquierda, dejando a la derecha un paso cerrado con piedras, por la cuesta que se bautizó entre risas como “La cuesta de las perdices”, con la luna aún visible a las 09:30 de la mañana y admirando El Risco del Cuervo:

Vimos el huerto de la zona de Berrocondogil, rodeado de helechos, que tenía el suministro de agua abierto desde hace días y se cerró para poder repartir esa agua:

Continuamos hasta llegar a donde se reparte el cauce para La Hija de Dios y Solosancho y sus anejos, observando La Peña del Risco del Águila y bajo la atenta mirada de una de estas aves:

Emprendimos el camino de vuelta por la ribera del río (Los Arroyuelos) contraria al camino de ida. Estamos en la zona de Villaclara, a los pies de Los Ataleares, que enlazan con Las Cepeillas y El Cogote, con el Collado Bajero.

Charlamos sobre Los Jelechares, donde había un trampal, una corriente subtrránea que pisaban las vacas y que al abrir tenía un caño inmenso. Y paramos a ver la Fuente de los Jelechares, el pozo:

Pozo

Pasamos cerca de El Corral de Lancha Correra, junto al canto que le da nombre, donde cabían 200 cabezas de ovejas y que pertenecía a Mateo Gómez Martín. Y nos contaron cómo en el formazal se recogían las piedras para arar más cantidad de tierra; piedras que se usaban para cerrar fincas. Todo ello muy cerca de Lancha Correra, donde se ve por dónde se deslizaban con hielo y nieve, pues ahí no crece el musgo.

Nos detuvimos en lo que pretendió ser una mina de azufre, y el olor de sus piedras nos convenció de ello:

La mina de azufre

Después, justo antes de bajar al kiosko del río junto a las rocas de Los aviones, nos despedimos observando el Puente de las Cabras (en un paso de ganado que sube al Perdiguero y, finalmente, las Cepeíllas), la Peña del Castillejo al fondo y Prado Batán a nuestros pies a la derecha:

Los Aviones
puente Las Cabras junto a Prado Batán

Llegamos a la carretera (incidimos en que hay que cruzarla bajo el puente Bañaeros), fuimos por la carretera antigua hasta el terreno donde se cogía el barro que, junto con paja, formaba el adobe para hacer ladrillos, o rejuntado (como unión) o sentado (como base). Se usaban unos moldes, se dejaban secando al sol al menos 8 días y dicen que aislaba muy bien (calor y frío), mejor que el cemento:

mina de adobe

Finalmente, bajamos atrochando por Las Veguillas, hasta llegar al puente y al pueblo.

Un paseo muy agradable, cargado de historia y anécdotas, como las del rodaje de “Cónan, el Bárbaro”, del que aún se recuerda al célebre Francisco Rabal pidiendo agua Vichy Catalán 😉

Planes para agosto y septiembre 2019 en nuestro pueblo y alrededores

Si te gusta hacer planes, descubrir eventos, disfrutar de tu pueblo y su entorno, esta recopilación de actividades te resultará de mucha utilidad. Y si se te ocurren más cosas, no lo dudes y compártelo con nosotros:

  • Ilumina Ávila, viernes 23 y 24 de agosto en el Mercado Chico, a partir de las 21:30. ¡Gratuito! Un espectáculo de proyecciones 2D y 3D con imágenes de alta calidad de videomapping con música que nos sumergirá en leyendas y personajes de la historia de la ciudad. https://xn--avilaconnios-jhb.com/evento/ilumina-avila-2019-2/?instance_id=1861 http://www.abulens.es/noticias/ilumina-avila-unira-patrimonio-nuevas-tecnologias-espectaculo-23-24-agosto.html
  • Festival Paisanaje Sonoro 2019, del 28 al 31 de agosto en Solosancho, Ávila. Conciertos, cuentacuentos, charlas de patrimonio… Un encuentro cultural por la resistencia rural. https://www.paisanajesonoro.org/
  • Rutas y visitas guiadas del grupo MASAV, desde el 1 de agosto al 15 de septiembre. Ligados al proyecto «Terra Levis Arqueología en Comunidad», ofrecen multitud de visitas a lugares emblemáticos como Ulaca, Cabeza Navasangil (cerca de Villaviciosa), Ibarrola en Garoza (cerca de Muñogalindo), etc. Mejor échale un vistazo a toda su agenda en http://www.terralevisarqueologia.com/visitas-guiadas
  • CIR&CO (Festival Internacional de Circo de Castilla y León), del 27 de agosto al 1 de septiembre en Ávila capital. Teatros, animaciones y multitud de espectáculos, a cual más original, que seguro nos hacen reír al convertirnos en niños al público de todas las edades.
  • Y…por supuesto…¡las rutas y caminatas por La Hija de Dios! Aún puedes unirte a las dos próximas: el jueves 22 de 19 a 21 y el sábado 24 a las 9 (esta última será un poco más larga). Salida desde la plaza del pueblo. Cargadas de historias, de nuestra historia.

Ampliaremos la información de eventos que vayamos descubriendo.